La esperanza de vida en el antiguo Egipto era de una media de 39 años para los hombres y 35 para las mujeres.
Durante la historia del antiguo Egipto se redactaron diversos "papiros médicos" (como, por ejemplo, el Papiro Ebers o el Papiro de Berlín) en los que se dan los remedios para muchas de las enfermedades que afectaban a la población. Tanto los diagnósticos como los tratamientos médicos se basaban en dos pilares fundamentales: la magia y la observación.
El mito era una parte fundamental de la noción de enfermedad y de curación, por lo que muchos tratamientos se basaban en rezos y cánticos a determinados dioses en función de la dolencia, o en la aplicación de agua lustral de la que se usaba en las ceremonias religiosas. Por tanto, la medicina estaba formada tanto por ciencia como por elementos rituales.
Además se consideraba la enfermedad como una ocupación del cuerpo por seres extraños como los ujedu o los setet, que eran concebidos con aspecto vermiforme, posiblemente por la frecuencia de las enfermedades parasitarias.
Los egipcios no tenían conocimientos avanzados de fisiología y anatomía, pero se basaban en la experiencia práctica y, sobre todo, en la observación, gracias a la cual descubrieron una red venosa subcutánea con la que desarrollaron la teoría de los conductos (met o metu), que comunicaban todo el cuerpo. Uno de los avances médicos más sorprendentes de la antigua cultura egipcia es la elaboración de prótesis, con gran funcionalidad.
El médico, llamado sinu o sunu, era el encargado de la diagnosis y su tratamiento, y se organizaban de una forma jerárquica muy estricta y divididos en especialidades, aunque un mismo médico podía tener varias especializaciones sin ninguna relación entre sí. Además, debido a la importancia de los mitos y los dioses, era habitual la presencia del mago.
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