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11 junio 2012

Surrealismo (tema)

El surrealismo se posiciona en contra del “discurso oficial” que se tejía en Europa desde finales del siglo XIX, conformando un juicio a la sociedad de su época, demostrando el carácter fraudulento e irracional de las propuestas más formales y rígidas con las que ésta quería regir la vida de los ciudadanos, y esto mediante el humor más despiadado y esperpéntico, que ha de ser ontológicamente escandaloso. Otros lo definen como una forma de enfrentamiento con la realidad, una búsqueda afanosa de la libertad individual y social. El surrealismo aparece del dadaísmo pero intenta transformar la carga esencialmente negativa de este movimiento en algo positivo.

La experiencia surrealista no fue, al menos en sus inicios, un hecho individual, sino colectivo. Sus acciones eran conjuntas.
El surrealismo aspira a crear un nuevo humanismo mediante la reconciliación de los aspectos racionales e irracionales del hombre, lo consciente y lo inconsciente, reunidos y aceptados como mutuamente necesarios. Se trata de una prevalencia de la “idea” frente a la “forma” en la que cualquier medio es bueno. Según André Breton, el surrealismo es "automatismo psíquico, mediante el  cual nos proponemos expresar, bien sea verbalmente, bien sea gráficamente o en otra forma el funcionamiento real del pensamiento."
Para los surrealistas, el azar es una vía mágica y mística que permite a los factores inconscientes del ser humano ponerse en marcha y llevar insensiblemente a lograr la consecución de sus deseos.
Por otra parte, el mundo de los sueños, el del subconsciente, era su mundo. Pero lo que les interesa no es su interpretación, sino la riqueza de su propio lenguaje.
Así, los surrealistas proponen trasladar las imágenes del inconsciente y de los sueños a las manifestaciones artísticas. Por ello, eligen como método el automatismo. Particularmente, se refieren al automatismo creador, como liberación del pensamiento subconsciente. Freud es uno de los referentes intelectuales de dicho movimiento, al declarar que la belleza ya no es el canon, y aportar la noción de lo siniestro: el desconocido interior, la alteridad del sujeto, la confusión de lo familiar. El resultado es la creación de obras que recrean un mundo aparentemente absurdo, ilógico, en el que los fenómenos del subconsciente escapan al dominio de la razón. El surrealismo da importancia a lo paradójico, lo absurdo, la destrucción, y lo misterioso.

El surrealismo, y esencialmente el aspecto figurativo de parte de su producción con su extraña base más literaria que pictórica, producía desconcierto. Además, su imaginería tenía un carácter incómodo, pues era difícil de descifrar y exigía una interpretación, de un intimismo hermético y desasosegante por el uso combinado de lo siniestro lindando con Eros y de marcado carácter provocador, en que se explota el componente siempre escandaloso de lo sexual y sus derivaciones, a lo que habría que añadir el obsesivo tratamiento de la mujer como objeto.
Entre los artistas surrealistas podemos destacar a René Magritte, Oscar Domínguez, Joan Miró, Yves Tanguy, Max Ernst o Salvador Dalí.
Puede decirse que el surrealismo fue la última de las vanguardias, y el declive económico y político a consecuencia de la Segunda Guerra Mundial sirvieron para arrinconarlo.

Ver también: Vanguardias, Cronología del Surrealismo, Temática del Surrealismo

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