El periodo de prosperidad conocido en los años 20 se transformó, tras la crisis de 1930, en huelgas obreras y protestas contra el liberalismo y el parlamentarismo, por eso desde 1920 triunfaron los regímenes autoritarios en muchos países europeos. Los totalitarismos surgieron al terminar la Primera Guerra Mundial como movimientos de masa, de los que obtienen su legitimidad. Pero no son espontáneos, sino que están dirigidos por un grupo totalmente fiel al Jefe. Todos ellos se presentan como revolucionarios, lo que les diferencia de los movimientos autoritarios de derechas. En ellos el Estado o el Partido se esfuerzan para controlar la sociedad mediante organizaciones encargadas de vigilar y dirigir. Una característica común a todos ellos es que se le concede gran importancia a la propaganda y al culto a la personalidad de los dictadores, pero sin embargo existen muchas diferencias entre unos y otros.
El fascismo italiano fue un fenómeno de defensa del capitalismo contra los desórdenes obreros, pues la guerra había acentuado los desequilibrios sociales. Además, los italianos vieron su participación en la guerra como una “victoria mutilada”. El fracaso del Estado liberal, el miedo de las clases dirigentes ante las reivindicaciones de obreros y campesinos y la falta de un cambio profundo en el marco constitucional hicieron posible el nacimiento del Partido Fascista en 1919. A partir de 1920 los grandes industriales proporcionaron grandes cantidades de dinero al Partido, lo que permitió la creación de escuadras armadas que arremetieron contra cooperativas rurales y sindicatos obreros. En 1921 Mussolini no obtuvo suficientes votos y decidió organizar la acción directa, produciéndose así en 1922 la “Marcha sobre Roma”, lo que obligó a Victor Emmanuel III a pedir a Mussolini que formara gobierno para evitar un derramamiento de sangre. Hasta 1926 Mussolini reforzó sus poderes, prohibió las huelgas y recibió plenos poderes. Además hizo desaparecer la legalidad democrática asesinando al diputado socialista. En 1925 pone fin a la ficción parlamentaria y proclama la dictadura, negando todos los principios democráticos. A partir de 1930 Mussolini aprovecha la crisis económica para acentuar la evolución del fascismo hacia el totalitarismo, otorgando al Estado un mayor control de la sociedad y reorientando la economía hacia la autarquía y rearmándose para cumplir sus deseos imperialistas. La debilidad del Régimen se puso de manifiesto a finales de los años treinta, cuando se convirtió en una imitación del nazismo alemán. Esta doctrina no proviene de una ideología previa, sino que se va creando en función de los acontecimientos. Su principio fundamental es la supremacía del Estado, que controla todas las actividades de los ciudadanos.
En Alemania la crisis afectó al frágil equilibrio económico y político y produjo una gran crisis moral entre la población, por lo que desde 1928 surgieron numerosos movimientos nacionalistas, entre los que se encontraba el NSDPA fundado por Adolf Hitler.
El nacionalsocialismo se diferencia del fascismo en la importancia concedida al Estado, que en este caso es sólo un instrumento al servicio de la raza aria (superior a las demás, sobre todo a los judíos, contra los cuales se dictaron leyes antisemitas que se endurecerían a partir de 1938) y un medio para la guerra de conquista del “espacio vital” (nacionalismo expansionista que debía ocupar todos los territorios germanoparlantes). El Estado estaba subordinado al Partido.
Tras un intento de Golpe de Estado y del progresivo aumento de simpatizantes del Partido, Hitler es nombrado Canciller en 1933. Es entonces cuando declara el NSPDA como partido único y crea una policía secreta (SS) encargada de eliminar cualquier oposición. En 1934 Hitler se convierte en Presidente del Reichstag y obtiene el poder total sobre todos los sectores de la población. Instaura un régimen totalitario basado en una organización antidemocrática y jerarquizada con total obediencia al Führer.
En la URSS, tras la muerte de Lenin en 1924, Stalin es proclamado Secretario General del PCUS, adoptando un nuevo régimen de marcado carácter autoritario, abandonando el internacionalismo y basándose en la construcción del socialismo en un solo país. Se adoptó un sistema de economía planificada en el que la industrialización tuvo importantes consecuencias económicas y cambió de manera radical las estructuras sociales. Stalin organizó una brutal represión contra los opositores, siendo éstos asesinados enviados a Gulags. Se instauraba así una ideología de violencia.
En los años 30 Stalin se convirtió en un verdadero dictador mediante un constante intervencionismo y su culto era indispensable para afianzar su poder.
Tras el ascenso de Hitler al poder, la URSS se vio obligada a cambiar su política exterior para evitar el expansionismo alemán. En 1936 finalmente se puso de manifiesto el fracaso de la estrategia antifascista (pacto germano-soviético).
La victoria soviética durante la Segunda Guerra Mundial consolidó y legitimó el régimen estalinista. Sólo después de su muerte, en 1953, el sistema cambió radicalmente.