En la arquitectura religiosa del siglo XV se manifiestan todos los contrastes existentes entre una práctica gótica y las novedades formales aportadas del estudio recreativo del arte antiguo. Arquitectónicamente, el Quattrocento es un largo periodo histórico de experimentación. Si algo define a este arte en el transcurso de este primer Renacimiento es su indudable racionalismo geométrico y matemático, que condujo a la aplicación de módulos constructivos, al empleo de una perspectiva central, al estudio de las proporciones entre el todo y cada parte, la estricta simetría, la relación con la figura humana… Brunelleschi fue el auténtico iniciador de este proceso de cambio en el lenguaje arquitectónico, sin embargo Alberti sería su divulgador a un doble nivel: teórico y práctico.
Se produjeron ciertos contrasentidos en la arquitectura religiosa del siglo XV, como el proporcionar a las iglesias cristianas el aspecto de auténticos templos paganos (fachadas a modo de telón).
Hubo dos modelos diferentes de plantas de iglesias: las que trataban de retornar a las primitivas paleocristianas de planta basilical y aquellas que presentan, al modo antiguo, una planta centralizada. En uno y otro caso se retornaba a la primitiva arquitectura romana cristiana. Se ha dado un significado simbólico a las iglesias que siguen el modelo de planta central cubierta por una cúpula.
Esta arquitectura también recupera elementos arquitectónicos propios del mundo grecorromano, como los órdenes clásicos, el arco de medio punto, los techos planos o las bóvedas de cañón.
Entre los arquitectos italianos de edificios religiosos destacan Brunelleschi y Alberti.
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