Antoine Watteau es el gran pintor francés de la primera mitad del siglo XVIII. En sus años de aprendizaje se dedicó a copiar y pintar escenas de género, sobre todo de pintores holandeses. Le influye en gran medida Rubens y su deslumbrante colorido, y los dibujos venecianos de la colección de Pierre Crozat.
Comenzó su aprendizaje a los once años con el pintor decorador Jacques-Albert Guérin y en 1706 se traslada a París, donde ingresa en el taller de Claude Gillot, gracias a cuya colaboración frecuentó los ambientes de la farándula y el teatro que le servirán como motivo de inspiración, así como la sociedad elegante.
En 1709 regresa a su ciudad natal, Valenciennes, dedicándose a la realización de escenas de posadas y soldados, inspiradas en el barroco holandés y flamenco, especialmente de Teniers.
Aunque falleció siendo bastante joven debido a una tuberculosis, fue un pintor relativamente fecundo que ha dejado una obra importante. En ella destacan las escenas de fiestas galantes y de cómicos, así como las costumbres militares. Su estilo es muy elegante, hasta alcanzar un refinamiento exquisito, y se muestra espontáneo, aunque trabaja minuciosamente los cuadros.
Comenzó su aprendizaje a los once años con el pintor decorador Jacques-Albert Guérin y en 1706 se traslada a París, donde ingresa en el taller de Claude Gillot, gracias a cuya colaboración frecuentó los ambientes de la farándula y el teatro que le servirán como motivo de inspiración, así como la sociedad elegante.
En 1709 regresa a su ciudad natal, Valenciennes, dedicándose a la realización de escenas de posadas y soldados, inspiradas en el barroco holandés y flamenco, especialmente de Teniers.
Aunque falleció siendo bastante joven debido a una tuberculosis, fue un pintor relativamente fecundo que ha dejado una obra importante. En ella destacan las escenas de fiestas galantes y de cómicos, así como las costumbres militares. Su estilo es muy elegante, hasta alcanzar un refinamiento exquisito, y se muestra espontáneo, aunque trabaja minuciosamente los cuadros.
Muchas de sus obras parecen envueltas por un ambiente de refinada melancolía, y son habituales los frondosos paisajes de fondo de tonalidades brillantes que contribuyen a ambientar a las figuras, tratadas como si fueran de porcelana, en un ámbito casi idílico. El hombre se relaciona placenteramente con la naturaleza domada a modo de magníficos parques, que contribuye a acrecentar la sensación de nostalgia de estos cuadros.
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