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23 marzo 2013

Caravaggio: la plenitud en Roma (1601-1606) (tema)

A raíz de sus anteriores encargos, Caravaggio inicia un cambio en la escena religiosa, cada vez más sobria y lacónica; también medita sobre la pasión de Cristo (uno de los ejes en los que se especializó la imagen religiosa del Barroco) y, sin abandonar la representación de martirios, éxtasis y visiones, Cristo y la Virgen comienzan a cobrar protagonismo.
En esta etapa se advierte claramente su interés por el dibujo y los estudios del natural. Domina la técnica veneciana de pintar “alla prima” y de hecho, es fácil ver los “pentimenti” en el lienzo. Pero en él nunca se advierte la pincelada suelta, sino que apenas es perceptible, permanece sólida y ligera, lo que da un sentido de proximidad y realismo aún mayor. De ahora en adelante, además, todas las composiciones encierran una gestualidad muy subrayada que está a medio camino entre la retórica y la descripción. Son gestos elocuentes que hablan de emociones, silencios y mensajes. Es cierto que son gestos codificados por el manierismo clásico, pero la cercanía con que los maneja los hace nuevos, desconocidos para el gran público. Con ellos favorece la empatía, ese acercamiento emocional entre el fiel y el asunto pintado como si fuera un encuentro íntimo e intransferible.
Además, en esta época será muy frecuente que los escenarios sean simplemente fondos neutros, y consigue unir la pintura del natural con la memoria, pues no se limita sólo a copiar de la naturaleza, sino que sabe usar los modelos apartados por la tradición del arte renacentista, a los que incluso transforma gracias a la inmediatez de su visión y a la potencia de los gestos empleados.

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