El siglo XVI se muestra en la
arquitectura italiana como un complejo periodo muy creativo, pero de difícil
definición estilística, que legó edificios de gran importancia realizados por
artistas emblemáticos, que dominaban por lo general casi todas las artes.
La historiografía suele dividir
la centuria en dos etapas que proporcionan dos modos de entender el clasicismo
con determinados matices distintos pero no diferenciados entre sí con total
claridad. Desde 1480 hasta 1527 se desarrolló el periodo durante el que se
llevaría a la práctica el pleno Clasicismo renacentista; a partir de entonces
adquiriría vigor el intelectual y liberal manierismo, o visión distorsionada de
este fenómeno cultural por el alto grado de intelectualismo asumido.
Sin embargo, ambas tendencias a
veces se encontraron en el tiempo o incluso el manierismo precedió en ocasiones
al clasicismo en la actividad de determinados arquitectos como Bramante o
Miguel Ángel.
En realidad, ambos periodos constituyen
formalmente parte de un mismo lenguaje artístico. Obedecen a dos maneras
distintas de entender la herencia del arte grecorromano. Si la una buscaba
establecer un canon con pretensiones de objetividad, caracterizado por ser
uniforme y universal, y su racionalismo y carácter científico, la opción
manierista realizó libremente distintas interpretaciones individuales de ese
clasicismo pero sin prescindir de él. La estética de los principales artistas
de entre 1480 y 1527 se basaba principalmente en la práctica artística de la
Grecia del siglo V a.C. y de la Roma de la época de Augusto; los manieristas
prefirieron la sutileza del arte griego del siglo IV y hasta la multiplicidad
expresiva del helenismo del siglo III a.C., que se abría a una interpretación
más compleja del arte.
Quizás la arquitectura del
Clasicismo pleno renacentista se fue amanerando porque asumió ciertos matices
pictóricos y escultóricos. La pintura y la escultura acabaron por “contaminar”
figurativamente a la arquitectura.
Se ha visto al manierismo como
una tendencia artística intermedia entre el Renacimiento, que culmina, y el
Barroco, al cual precede. Se trata de una novedad imaginativa, pero siempre
desde un punto de vista muy intelectual. Lo puramente decorativo fue ganando
terreno paulatinamente a lo estructural. Se rompería con los principios de las
proporciones y la armonía, y los edificios se diseñan para ser contemplados
desde distintos puntos de vista. Se plasman efectos de claroscuro, dinámicos y
se manipulan los espacios. La arquitectura adquirió capacidad expresiva y los
edificios llegan a integrarse en el paisaje urbano o natural. Pero el
Manierismo fue, ante todo, una actitud crítica ante las normas demasiado
estrictas. Los manieristas se acercarían al clasicismo desde posiciones
individuales, por lo que se crearon distintos clasicismos.
Los arquitectos del siglo XVI
siguieron obsesionados por la arquitectura religiosa de planta central como la
forma más perfecta de alcanzar el Clasicismo pleno y el palacio siguió siendo
una de las tipologías más importantes de la centuria tanto en la modalidad de
urbano como de villa.
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